RESEÑA: INFORME PARA UNA ACADEMIA - LIMBO TEATRO
La compañía cochabambina Limbo Teatro presentará en Santa Cruz, el jueves 9 de febrero, su última obra (Informe para una academia). La función se realizará en el Snack Tía Ñola. Acá abajito tienen todos los detalles del evento y mi reseña. Si aún no lo conoces, mucho ojo con Raymundo Ramos... ¡actorazo!
Dirigida por Omar Callisaya, la propuesta toma uno de los textos más emblemáticos del universo kafkiano —y acaso su mayor obsesión: la idea de libertad, tan anhelada como inaccesible—, para ofrecer una puesta en escena modesta, que se sostiene en gran medida por el colosal trabajo actoral del protagonista, Raymundo Ramos (ganador de la Mención a Mejor Actor actor del Premio Peter Travesi 2016).
A contracorriente de la tendencia que sigue la escena local, más decantada por el uso de una dramaturgia propia, en algunos casos, y un montaje complejo, con rasgos casi performáticos, en la mayoría; El Limbo apuesta por un trabajo mucho más austero y tradicional, sin que esto implique un juicio de valor negativo.
El monólogo, de casi una hora, narra la historia de la captura de un simio africano, su posterior encierro y su lucha por encontrar una salida a esta condición: un escape tangible ante la inasible quimera de la libertad.
"El otro espectador", sobre la obra de la compañía de teatro El Limbo
El notable trabajo físico y vocal de Ramos, forjado también por las artes circenses, consigue rápidamente que el público sienta empatía por este personaje que, desde los primeros minutos, se perfila angustiado por las tensiones que surgen de su enajenación y el tortuoso proceso de “humanización” al que se entrega —esa ansiada salida, la única—, que, paradójicamente, avanza tanto más inhumano se hace su entorno.
En esta continua pulseta entre la naturaleza y la civilización, el violento orden establecido, sus instituciones y su moral, y la nostalgia por un ayer afable, sencillo y salvaje, se debate el protagonista y es en el choque de estas fuerzas, además, cuando la interpretación de Ramos alcanza sus picos más emotivos.
Sin embargo, aunque la puesta en escena goza de una pulcritud innegable, la dirección parece estar limitada a la trasposición del texto dramático a la escena y la marcación de movimiento, sin aportar las herramientas necesarias para que el intérprete alcance todo su potencial histriónico.
La rigurosidad y la reverencia con la que es tratado el texto de Kafka, parece ser la mayor limitante en una obra que se sostiene gracias a un despliegue actoral magnífico y que bien podría ofrecer una experiencia mucho más exquisita al espectador si su director, asumiendo más y nuevos riesgos, así lo deseara.
La combinación Callisaya-Ramos trabaja desde hace seis años y desde el ambicioso montaje de Acto sin palabras, de Samuel Beckett, se ha ganado un espacio en la escena teatral nacional. La sinergia que poseen es indiscutible y digna de seguimiento.
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