BITÁCORA: ODA A LA ÑUSTA GUERRERA Y SU CANTO - LUZMILA CARPIO

Luzmila Carpio se presenta por última vez esta noche en el Teatro Achá a partir de las 20:00.

Acá mis impresiones del recital ofrecido anoche.

ODA A LA ÑUSTA GUERRERA Y SU CANTO


Mijail Miranda Zapata

Más de 10 años tuvieron que transcurrir para que una de las artistas más universales de nuestra historia reciente pise los escenarios cochabambinos. Con esas dulces coincidencias que ofrece el azar, en la ocasión le tocó presentarse por primera vez en el Teatro Achá, espacio en el que, según ella misma, siempre había soñado actuar. Hablamos de Luzmila Carpio (1950), la cantautora nacida en Qala Qala, norte Potosí.

Con gran expectativa, volteo de taquilla incluído, el público cochabambino recibió como se merece a uno de los grandes talentos de la música nacional. En la ocasión, Carpio ofreció su último espectáculo, Celebración. Un concierto que con seguridad será uno de los más destacados y aplaudidos en esta gestión.


Acompañada por un ensamble de lujo -Freddy Mendizábal (teclado), Franz Valverde (guitarra), Willy Sulkata (vientos), Andrés Flores (vientos), Christian Laguna (bajo), Lucas Conrady (percusiones) y Miguel Ángel Mamani (charangos de Potosí)- la cantautora brindó un amplio repertorio, con nuevas y reconocidas composiciones, que durante más de dos horas deleitó a los presentes.

Más allá de la calidad del conjunto y el innegable talento de sus acompañantes, la sola presencia, física y musical, de Luzmila es de una belleza tal, que dejó a más de un espectador sobrecogido y encandilado. Un tipo de singular fascinación que sólo son capaces de desatar aquellos espíritus de transparencia celestial. Luzmila, entre sonrisas, humildad, enseñanzas y arropos, conquistó inexorablemente a cada uno de sus oyentes, tal como lo viene haciendo desde hace casi media centuria.


Pero este encantamiento del que hablamos, también está hecho de las lenguas que sostienen la obra de Carpio y que nos transportan a los confines de tiempos que siempre vuelven a nosotros, porque así como los habitamos, así yacen ellos en nuestras honduras. Luzmila es nuestra guía en este viaje, de ida y vuelta, de rutas inimaginables, por tierras y eras remotas. Además, imposible no destacarlos, sus músicos, ya sea desde el lamento celebratorio del charango, la cavilación infinita de quenas y zampoñas o la parsimonia paradisiaca de los teclados, contribuyen a la conformación de una atmósfera única e irrepetible. Una experiencia espiritual y estética excepcional.

Un vídeo publicado por Mijail K. Miranda (@mijail_mz) el


Como todas las mujeres, Luzmila guarda en sí la fuerza del planeta. Pero, a diferencia del resto, es capaz de transformarla. Hacerla melodías que nos remontan al principio de todo. Quizás su voz sea lo más cerca que lleguemos a estar del origen de la vida.

Porque su escueta y elegante figura tiene todo el poder de la naturaleza y su creación. Es viento resonando las cañahuas en la altipampa, ríos abriendo su cauce en la piel de nuestros achachilas, el canto de miles de aves tejidas con el fino y potente hilo de una voz prodigiosa.

Y es así como imagino la magia que exhalan los labios de Luzmila: hebras de la urdimbre primigenia. Bellos y místicos filamentos que parecen atravesarnos, deshilacharnos, acomodarnos en una armoniosa y danzante rueca, para hilarnos otra vez y ya renovados devolvernos, cual cordón umbilical, al vientre de la pachamama y nuestras madres: volver a nacer.


Sin embargo, Luzmila, quizás aquí radique la verdadera complejidad y esplendor de su arte, no solamente está dotada de esta prodigiosa cualidad etérea, sino que también demuestra un fuerte arraigo por ritmos y sonoridades más telúricas, aquellos que parecen transmitirse desde el centro de la tierra, a través de nuestras pisadas y zapateos, y que la potosina tan bien sabe convertir en portentosos cantos de amor, fiesta y rebeldía.

Tres elementos fundamentales y que a veces se muestran tan lejanos. En tiempos en los que las luchas de nuestros pueblos se han transformado en megafonía demagógica, el canto de Luzmila es un soplo de esperanza y fortaleza. Un alivio y renacer para nuestros espíritus, un rayo de energía para aquellos que nos hemos visto carcomidos por un patético nihilismo. Amar, celebrar, rebelarnos, susurra Luzmila.


Volver a la tierra, cuidar nuestra planeta (así en femenino, como bien la llama Luzmila), pelear por los nuestros, nunca debería dejar de ser el camino. Gracias ñusta guerrera por devolvernos a la senda, poco importa ahora cuán cerca esté nuestro próximo extravío. Mientras tu voz, su phatitán phatitán, resuene en nuestros corazones, podremos soñar con un porvenir venturoso. ¡Jallalla Luzmila!

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