BITÁCORA: BEATS VILLEROS Y VIOLAS TROPICOSICODÉLICAS, UNA JOYA DEL POLACO

Mijail Miranda Zapata


Anoche en el Bailando Argentina, ese programa que vos tanto odias, El Polaco, un exitoso cantante de cumbia villera, por si eres un perdedor total que no lo ubica, pasó a la gran final y dejó fuera del show a una de las parejas favoritas. 


Eso, obvio, no te importa un joraca, pero me sirve de pretexto para compartirte esta espectacular canción del blondo cumbiero que, entre otras cosas, es un bajacalzón digno de admiración, del tipo que escribe canciones para levantarse a (OMG!) Pampita Ardohain. 

Eso, disfrutá esta cumbita y sacate los prejuicios antes de darle al scroll, guacha.


Revientan los timbales en una ráfaga que resuena cual oscuro presagio y así nomás llega la guitarra con su profundo lamento selvático, cumbia amazónica atravesándote el alma y las entrañas, atomizando las partículas de tu corazón: guitarra chamánicayahuástica.

De fondo el beat de cumbia villera pegando duro, tirando cable a tierra, gritándote pisá fuerte, loco, no alces vuelo que no regresas más y arriba, entre los dioses, la vida debe ser muy aburrida. Volvé al rrioba, loco, te gritan desde la bataca electrónica y un torpedo desenfrenado. Y vos clavas los pies en el suelo, porque "pisando la tierra para hundirse en su sombra/danzará el danzante hasta morir"*.

Y si en un arrebato ves a Bob Marley del otro lado del boliche, no estás alucinando. Porque acá todo es posible y un riff reggae resuena quedito, abrazándote, acurrucándote, meciéndote hacia un sueño profundo, un viaje hacia adentro, allá donde la guardas entre cariño y reproches, entre playas y mares, anhelados e inalcanzables. Saudade que le dicen.


La lírica parece sacada de la cabeza del mejor Leo Mattioli, el gran poeta del amor, o de aquellos sones romanticones que nos llegaron desde México con Los Bybys y otros tantos al grito de ¡castiigooo!, o del sombrío y apasionado espíritu cumbiandino que preñó nuestras infancias noventeras en la Bolivie.

En el coro, la voz desgarrada del Polaco, con una ronquera digna del borracho autoexiliado en el fondo de cualquier bar, con la garganta consumida por el despecho. "Y vives pensando, esperando si algún día volverá", canta, grita. Melancolía que le dicen. 

 
Y otra vez el punteo trópicosicodélico, un trip que para vos acaba, porque aunque no lo quieras, tu amor se pierde en la verde y húmeda espesura de tu memoria.

Una bruma ardiente te nubla la vista y no, ya no es el calor de la Amazonía vibrando en la viola y sus cuerdas, es que "muere la esperanza, muere la felicidad... y estás llorando, recordando... ya no queda más nada, porque todo se acaba... y la vida se apaga, si un amor se va". Y los timbales también mueren, se apagan.

*"El danzante y la muerte", Fernando Rosso (Ediciones Altiplano, 1983)

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