RESEÑA: HITO TRIPARTITO - ENRIQUE GORENA (FESTIVAL BERTOLT BRECHT 2016)
Mijail Miranda Zapata
En su antepenúltima jornada el XVIII Festival Nacional de Teatro Bertolt Brecht tuvo en su programación la obra “Hito Tripartito”, a cargo de la Compañía La Migra, integrada por artistas bolivianos, peruanos y chilenos.
El colectivo La Migra nació en 2014 en la ciudad chilena de Arica y la integración que se genera en su seno pretende usar el arte para generar redes de “cooperación, convivencia y asociatividad”, entre los tres países. Bajo esa lógica, ya meramente en el ámbito creativo, “Hito Tripartito” es una obra escrita a tres manos. Tanya Durán, Javier Maraví y Enrique Gorena, este último también a cargo de la dirección, firman una dramaturgia que, a pesar de breves y contadas secuencias de brillantez, especialmente a la hora de cuestionar los estereotipos nacionales desde el humor, denota una acentuada fragmentación, quizás producto de su concepción en trío.
La historia se desarrolla en un punto fronterizo en el que coinciden un peruano, un boliviano y una chilena. Inicialmente esta reunión, al modo de aquellos populares chistes de bar sobre nacionalidades, está marcada por el tedio de diálogos que tientan tímidamente la hilaridad y un desarrollo ralentizado por la inexplicable redundancia sobre tópicos chauvinistas, que son evidentes incluso más allá de la escenificación.
Como buscando un hilo conductor, la transición entre los bloques dramáticos que componen “Hito Tripartito” está marcada por arrebatos oníricos que poco aportan al crecimiento del cuerpo narrativo y parecen ser útiles sólo y en tanto proveen a la ambientación de un misticismo trivial y acentuadamente fingido. El protagonista de estos breves episodios, cabe señalar, es una suerte de deidad andina, sin rostro y con un bulto lleno de alcohol, serpentinas y confites: fiesta.
Quizás estos últimos elementos, el festejo en sí, es el que propicia los minutos más destacados de la puesta en escena, despojando a sus protagonistas, gracias a la infalible sinergia de risas, cervezas y aguardiente -además de una destacada labor actoral-, de las máscaras que suelen ser impuestas, desde la cuna, a nombre del patrioterismo y la historia. Cuecas, besos fugaces, abrazos, carcajadas, llantos y nostalgia componen este cuadro, que encuentra su apoteosis en el desvarío de Walter, el boliviano, oyendo gaviotas, descalzándose para sentir el agua salada, pescando en un mar imaginario, a 4000 metros de altura.
Lastimosamente con el espejismo del personaje interpretado por Gorena, también se desvanece la esperanza de una apuesta escénica mayor y se retorna al punto muerto inicial.
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