RESEÑA: PLAYBACK - WINNER ZEBALLOS (FESTIVAL BERTOLT BRECHT 2016)
Mijail Miranda Zapata
Winn es un teatrista que a los 27 años no conoce más que frustraciones y antes de cumplir los 28 toma la decisión de quitarse la vida en su onomástico. Bajo este pretexto, Arfuy Teatro, con la dirección de Winner Zeballos, que también oficia de protagonista, acompañado por Ross Caballero, Jazz Vásquez, Chelsie Zeballos y Karen Chávez, ofrece un espectáculo desenfrenado, desprejuiciado e hilarante, con fogonazos de una emotividad desgarradora.
“Playback” es una obra que progresivamente se rebasa a sí misma y es en ese desborde en el que, por momentos, encuentra su mayor fortaleza. Zeballos propone una experiencia sensorial -visual, sonora, olfativa- extrema, que gracias a su descarnada dramaturgia -ácida e irónica- y la imponente presencia escénica del propio director, se salva de caer en la vacuidad de apuestas similares, casi siempre extraviadas en las divagaciones creativas de sus autores, sin cable a tierra que los conecte con el público.
La puesta en escena de Zeballos rápidamente alude a la ciudad de La Paz y ahí se propicia el primer ejercicio metonímico que sostiene la obra: la sede de gobierno, signada por la enfermedad, la esquizofrenia, el ombliguismo y los excesos, como prolongación de la atormentada mente del artista. Este tropo, con un soporte performático y confesional, también se traslada a la experiencia escénica, que se perfila como una reconstrucción de la mente de su autor. Un violento ejercicio de introspección en el que el eco y la simulación de la propia voz, el playback, contaminan el ambiente, lo saturan hasta hacer de la existencia un suplicio tan trágico como deplorable. Estamos ante una representación de la muerte del artista: su condena al fracaso aguzada por el peso de su propio ego.
Entonces, en un brillante gesto iconoclasta, surge una evocación a Sáenz, Sade, Novalis, Wilde, como seres también quebrados por el peso de sus ideas, emociones y sensaciones. Esta pretensión de acomodarse en este parnaso de malditos, halla su contrapunto en un proceso autodestructivo absurdo y hasta frívolo (Zeballos se corta el pelo, se afeita las piernas, come papás fritas, se baña en alcohol y arena, bebe gaseosas con leche, se corta los pies, las manos, sangra) que encuentra su clímax en una muerte, antes que poética, completamente patética.
Finalmente, pasado el diluvio, como intentando reivindicarse, en un arrebato de pudor, Winn y los actores nos gritan, con un dejo de ternura, que todo ha sido una farsa, una burla, el playback de una obra teatral.
Aquí encuentras el programa completo de lo que resta del Festival: Los Tiempos
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