ENTREVISTA: BACHFEST 2015 - ELIZABETH SCHWIMMER


Mijail Miranda Zapata

Hace algunas semanas, en Cochabamba, se pudo disfrutar de un espectáculo único. En el marco del BachFest 2015, se montó la Gran Misa en Si Menor de J. S. Bach. A propósito de esta edición del festival, que ya lleva 8 años, y algunas otras sutilezas, conversamos con su directora, Elizabeth Schwimmer.

-Han pasado ocho años de la primera edición del Bach, ¿imaginaste en un principio que sería un proyecto de largo aliento?

Con un amigo alemán que vivía en Cochabamba, Benjamín Kirsch, que trabajaba para la OMS y, para mi suerte, era músico, ideamos hacer un festival sólo por ese año, interpretando varia sobras de Bach. Invitamos a otros grupos como el Coro Ars Viva de la UMSS, la Orquesta de Cámara del Instituto Laredo, la Banda de Vientos de Cochabamba. Y, por mi lado, organicé un pequeño grupo de cámara -con instrumentos de la época o históricos (del Barroco)-, un pequeño coro de cámara y algunos solistas invitados.

Por qué Bach y no Chopin o Mozart, te preguntarás. La verdad es que en Cochabamba hay gente que sin quererlo te da muy buenas ideas: justo esa época hubo un movimiento muy fuerte, dentro de los compositores bolivianos, por borrar del mapa a los compositores universales como Bach, Beethoven, Mozart, Schubert, Brahms, etc. Me recordaba un poco la era estalinista que pretendía quitar del mapa todo lo teutónico o europeo aristócrata y volcarse a crear una propia música o un arte propio. Pero, claro, aquí no teníamos a un Prokofiev o a un Shostakovich, además que eran y son otros tiempos. Y bueno, la música universal es eso: universal.

Entonces, debido a la guerra anti Bach de los grandes maestros bolivianos, Benjamín, alemán, como dije, y yo, cochala de ancestros húngaros y cambas, decidimos mostrar a nuestra ciudad la mejor música de todos los tiempos. Y eso no lo digo yo, lo dijeron antes Mozart, Beethoven, Debussy, Schöenberg, Wagner y todos esos “universales”. Además, hay BachFest por miles en todo el planeta y como que por estas latitudes hacía falta uno.

A esto, vale decir, que el de Cochabamba es el único BachFest de Latino América.

-¿Qué experiencia resaltarías desde la organización, bajo distintas dinámicas y formas, en todo este tiempo?


La organización es óptima y la hago sola. No puedo echarle la culpa a nadie más si algo está mal. Resuelvo los miles de problemas que se suscitan inevitablemente y lo hago en el día. No hay año en que no sucedan accidentes o eventualidades justo días antes de empezar el festival. Siempre pienso que “don Sebas” me está probando.


En esta ocasión tuve que cambiar de local cinco días antes, porque el Templo de Santa Teresa sigue en restauración, aunque oficialmente ya entregaron las obras. Además, la mayoría de los solistas llegaron con faringitis, por suerte sanaron para el concierto. Y así, otros tantos inconvenientes que hay que sortear con toda fortaleza.

-En cuanto a lo artístico este año tuvo particular relevancia. Te animaste a montar la Gran Misa en Mi menor. Coméntanos cómo surge el reto y como anduvo el proceso.


El reto surgió en el año 2010. Estaba de visita en el BachFest de Leipzig y me tocó escuchar la misa con John Eliot Gardiner y su increíble equipo: El Coro Monteverdi y The English Baroque Soloists. Una cosa es escuchar la misa miles de veces en CD o verla en video, pero es totalmente diferente escucharla en vivo. Tiene una magia y una energía muy peculiar. Me atrapó. Fui a Berlín y allí compré todo el material: las partituras completas para coro, orquesta, solistas, y decidí estudiarlas a fondo y así algún día montarlas en Cochabamba.


Me dediqué estos años a estudiar y encontrar todas las dificultades que son demasiado grandes. Comprobé que no había otra forma de hacerla que con el mínimo equipo humano posible: orquesta de cámara y 10 solistas que tendría que invitar del exterior.

A mediados del 2014 empiezo a contactar a los solistas y se filtra de alguna manera mi intención. Recibo un email de una coralista pidiendo que audicione a un grupo de ocho coralistas. Los escucho y decido aumentar el grupo lo más posible, para tener un coro de cámara y trabajarlo por un año. Nunca pude tener más de 12. El trabajo es largo, tedioso, mucho estudio, mucha exigencia. Aun así, ninguno de los 12 (¿apóstoles?) claudicó. Trabajamos duro hasta el final, todos bajo mi guía y disciplina.

Luego conseguí a los instrumentistas, la Sociedad Bach del Paraguay, vientos de Buenos Aires y La Plata, dos oboístas llegaron de Alemania y nos pusimos a montar toda la obra en cinco días.

Tenía todo el mapa de trabajo meses antes, así que las horas de ensayo no fueron demasiadas. Dos horas en la mañana, con orquesta y solistas, y dos horas en la noche, con el coro incluido. Una noche un ensayo general y la misa estaba totalmente lista.

-¿Por qué realizar los montajes con músicos extranjeros, en su mayoría?

Déjame contestarte clara y honestamente. Cuando se decidió hacer el teleférico en La Paz, instrumento de transporte súper necesario para esa ciudad caótica, se utilizó una empresa extranjera, porque si lo hacíamos con la tecnología y la manera de hacer las cosas que tenemos, o nunca teníamos teleférico o, si se lograba, al final se caía. Es lo mismo que sucede cuando quieres armar música que requiere mucha técnica, mucho conocimiento, mucha musicalidad y una disciplina que conlleva mucho trabajo.

He tratado muchas veces hacerlo con músicos locales. Acaban odiándome. Porque los pongo a trabajar como se debe y no pueden, no quieren. Entonces vienen esas comparaciones odiosas de que tal o cual director es buena gente. Pues, soy una bruja maldita, de lo peor, por eso me salen bien las cosas (Ríe).

-Una de las características desde siempre, dentro el BachFest, es el ingreso libre a todas las presentaciones. Imagino que partes de la noción de acercar al gran maestro de la música al público masivo. Cierto compromiso social, por decirlo de algún modo. ¿Consideras que se ha cumplido esa meta?

Debe ser herencia de la manera que recibí mi educación musical: hay que saber cobrar y hay que saber dar. Estoy absolutamente consciente que el trabajo que entregamos en el BachFest es de primerísima calidad, eso lo sabe el público que nos sigue por 8 años. Es un trabajo de total dedicación y máxima exigencia. Sé que podría cobrar pero, por otro lado, perdería un público que es demasiado valioso: el joven estudiante, y de esos tengo demasiados.

Este año, para poder controlar un poco más a “las masas” que acuden a los conciertos, que en varias ocasiones han creados peleas, molestias y demás -sí, parecido a los conciertos de rock-, decidimos numerar los asientos y regalar entradas de cortesía, todas numeradas. Justamente para que el público cómodamente llegue y busque su asiento sin problemas. Esta resultó ser la mejor idea para el público y para que mis escasos ayudantes, quienes, a veces, se la ven de figurillas para controlar a la audiencia.

-¿Y cómo sientes que está respondiendo el público cochabambino, más allá de la amplia concurrencia?

-Debo decir que ha mejorado un montón. Tanto que yo misma no me lo creo. En su mayoría disfrutan y respetan. Unos cuantos despistados creo que todavía van a ver la ropa que uno se pone, las cámaras con que se filman, etc., todo menos a oír música. Pero esos son cada vez menos y eso me alegra, uno está cumpliendo con su comunidad.

-Considerando este éxito, ¿cuál es la participación o el apoyo que recibes desde instituciones públicas?

Todavía falta demasiado respeto por parte de las instituciones, tanto educativas, religiosas, culturales y demás. A los que, por cierto, les gusta poner su logro en los programas. Por ejemplo, no puede ser que una iglesia entregue públicamente, con toda la pompa imaginable, una obra de restauración que está lejos de ser terminada. Al día siguiente de la pseudoentrega, vuelven los albañiles a arruinar todo. Al cura de turno le vale un cuerno que haya un concierto o una misa de difuntos, en la que los asistentes tienen que tragar tierra, cal, thinner. Esto último porque se les ocurrió despintar todo el altar mayor. Cero respeto a sus fieles, cero respeto a la sociedad. Entonces, obvio, qué les va a importar que haya un concierto con 45 músicos del exterior.

Y si proseguimos, muy pocas instituciones educativas apoyan el BachFest. No sé si por envidia, miedo o simple flojera. Sus alumnos no asisten a los conciertos. Aunque en esta ocasión acudí a otra institución ofreciendo clases magistrales. Hablo de la Fundación Sinfónica Cochabamba, que no solo abrió sus puertas a todos los interesados, sino que prestó los timbales y contrabajo necesarios para presentar la Misa en Si Menor.

No me quejo del gobierno, no se mete. Todavía no me han erradicado por hacer música europea, o como algún mediocre músico local se quejó, por hacer música de "allá". Al contrario, una empresa gubernamental me ayuda a llevar a cabo esta tremenda obra musical y cultural que se repite cada año.

-¿Qué nos depara el BachFest el próximo año?

Pues, la verdad, siempre me tomo un mes de descanso, para después ponerme a elucubrar. La sugerencia inmediata fue hacer "La Pasión Según San Juan". Puede ser. Aunque preferiría hacer una serie de cantatas con mis solistas y un grupo reducido de instrumentistas, con instrumentos de la época.

Igualmente, el BachFest 2015 se extiende hasta fin de año, con conciertos de cámara y, muy posiblemente, un concierto coral con motetes de J. S. Bach.

-Para concluir. Salvando las distancias y las formas, ¿qué tan lejos estamos de un Bachfest cochabambino con las características, aunque básicas, del que se realiza en Leipzig ,creo que desde hace más de 100 años?

Bueno, el BachFest en Leipzig hace unos 4 años ha caído en su nivel, por razones básicamente económicas. Aun así, obviamente, ellos tienen por lo menos 5 iglesias de arquitectura gótica, con excelentes órganos y acústica de primera, tienen el coro de niños de Santo Tomás, la Genwandhaus Orchestra (la orquesta más antigua de Alemania, la fundó Mendelssohn a mediados del 1800), entonces, no podemos ni pensar en algo con tantos años de cultura y tradición.

Pero, por otro lado, siendo Estados Unidos el país que más BachFest tiene en el planeta, como 500, un 99% festivales universitarios, te puedo asegurar que en Cochabamba tenemos un nivel mucho más alto que en USA. Claro, allá es simplemente académico, pese a toda la inversión que tienen. Acá, nuestro festival, se hace con investigación, con músicos profesionales, algunos son estudiantes, pero de alto nivel.

Eso sería, no podemos tratar de hacer algo como en Alemania, pero nuestro nivel es bueno. Demasiado bueno, pensando en las dificultades que tenemos en nuestro país, comenzando en lo básico: los músicos.


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